Confidencias
A mí me costó mucho descifrar lo que significaba pensar de a dos, en vez de pensar en uno. Me costó saber que debía pagar dos entradas al cine, y no una. Me costó saber que debía ir hasta su casa, dejarla, para luego volver a la mía. Me costó acostumbrarme a decir todos los días buenas noches, y luego cerrar los ojos. El complemento, la otra parte, ha llegado a mí siempre de casualidad. No creo que Alejandro Casona tenga la culpa, y muchos menos los Héroes del Silencio, aunque, el silencio (solito) sí tiene mucho de culpa. Tiempo atrás una sirena loca se metió a mi casa, asustó a mis ilustres invitados, y nunca pidió disculpas por eso. Arruinó mi mundo, mi fascinante locura, y estableció su sitio en el asiento del copiloto, reconstruyendo mi sonrisa y mi corazón. Y nunca pidió disculpas. Y así como vino, de pronto, me regaló una tacita de colores, y un día se fue. Se fue dejando atrás un asiento vacío, una entrada ya pagada al cine, llamadas que se perdieron quién sabe dónde, besos de ...