Si de crecer se tratara...


Hay muchas maneras de saber si uno ha crecido. Yo recuerdo mucho una jirafita, que no tendría más de un metro cincuenta, con muchísimos colores, y donde mi mamá marcaba con un lápiz cuánto había crecido en lo que iba del año.

Otra medida resultaba también cuánto tenía que empinarme para prender las luces. Era una suerte de malabar, sujetándome fuerte del marco de la puerta para poder empinarme, y dando un pequeño saltito hasta llegar a prender la luz. Lo mismo era con el timbre de la casa. Era un reto el lograr que alguien note que estaba al otro lado de la puerta, si es que el salto no me salía tan alto. Y recuerdo también que los pantalones, de pronto, se volvían más chiquitos, más cortos, y quedaban al trinquete, y entonces había que decirle a mamá, o a papá, que era necesario bajarle un poquito a la basta.

Estaban, también, los retos con mi hermano, poniendo la mano al tope de la frente, hacia la frente del otro, y demostrar que ya no era uno tan bajito como decían.

Es curioso, pero con el paso del tiempo las formas de medir el crecimiento resultan cada vez más duras, o quizá más crudas. Como por ejemplo regresar a la casa de la infancia, para darse cuenta que los tíos que tanto queríamos no están más. O que los primos, o sobrinos, o lo que fuera, que vimos alguna vez en pañales, tienen ahora unos cuántos centímetros más que nosotros. O entender, de golpe y porrazo, que ya no podemos pedirle a nadie que nos ayude a resolver algo, porque a la vida se la enfrenta de a uno.

Y así, sin previo aviso, estoy parado al costado de una mesa, sosteniendo una cámara, observando cómo del otro lado, mi hermano se casaba demostrándome que sí ha crecido, y que yo también lo he hecho.

Y entonces sé que ahora yo tomo la mano de mi mamá para cruzar la calle, y ayudo a mi papá con las cosas pesadas, y que me afeito todos los días, y que debo hacer lo que pueda para estirar mi presupuesto hasta fin de mes, y que la cama del costado, donde pasé casi 30 años con mi mejor amigo, con mi hermano, ahora está vacía, y quién sabe si en muy poco tiempo ya ni siquiera esté.

Ahora sé que he crecido. Y aunque de niño siempre quería ser grande, ahora deseo poder ser aún un poquito más niño.


Oye hermano, no tardes en salir. ¿Bueno?
Puede inquietarse mamá.

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